EL ULTIMO PITAHAYERO
Erase que había un cerro
Adornado por cantos de ranchero
Y por ecos que provoca el labrador
Heridas sus laderas por talaches
Pisoteadas sus veredas por huaraches
Todo el, resplandeciente de verdor.
Al frente se encontraba un rancho
Algo largo, no muy ancho
Con sus calles lodosas al llover
Al pie del cerro, un rio de aguas
cantarinas
De tan limpias gotas cristalinas
Que cualquiera sin peligro de él podía beber.
Dos arroyos atravesaban el poblado
Los mezquites fuertes crecían a su lado
Como alfiles dispuestos a cuidar
Bajo dos enormes higueras estaba la
plaza
Al frente…de Dios la casa
Donde los domingos la gente de aquel
rancho le iban rezar
El orgullo del cerro era aquella gente
Luchadora, trabajadora y decente
Que habían hallado alegría en su vivir
De espíritu noble, sencillo y pujante
Pues nunca en desgracia se vio un
semejante
Sin que no lo ayudaran entre todos a
salir.
Antes de que el sol saliera
Se miraba gente por doquiera
Dispuesta a comenzar con su labor
Y al cerro se dirigían presurosos
Entonando canticos gustosos
De esos que a mi tierra le dan tanto
sabor
El cerro los recibía como con los brazos
abiertos
Y de ahí, desde el campo de los muertos
Hasta su corona donde el sol se iba a
esconder
Se repartía entre los civiles
En pedazos, pequeños cuamiles
Que les daban el sustento para comer
Porque, a que ricos y tiernos salían los
ejotes
Que calabazas, que dulces elotes
Y cuantas cosas había para subsistir
Pues dependiendo de cuales fueran los
semestres
Infinidad de plantitas silvestres
Les daba el cerro para poder vivir.
Pero un día los llamo el extranjero
Alguien les conto que allá se barría el
dinero
Y que el dinero siempre da felicidad
Así que guardaron rozaderas, talaches y
azadones
Y éxodo se fueron a servir de peones
Dejando así, la tierra sin labrar.
Y se volvieron a enmontar las laderas
Volvieron a reinar frijolillos y enredaderas
Los abrojos ya no venían a quitar
Solo a uno de ellos el norte le fue
indiferente
Ya solo sembraba ¡EL HIJO DE CLEMENTE!
Aquel que el cerro nunca iba a abandonar
Ya solo él se colgaba la petaca
Ya no había ni quien le disputara
temachaca
Costacuales o los guaches
Ya solo el cortaba los quelites,
Las cualaistas, los mezquites
Ya solo el, usaba los huaraches
Cortaba la huamara del mes de mayo
Bajaba la fruta del pitayo
Engalanando así, su quilihua con mil
colores
Pues ya solo él se vio de madrugada
Escalar la ladera escarpada
Y bajar las pitahayas de sabores.
A veces….volvían sus paisanos
engrandecidos
Con verdes billetes enriquecidos
Y
con mil ideas para acabar el hastío
Llevaron aparatos que daban música de
viento
Llenaron las calles de cemento
Pero también ensuciaron aquel rio
Sus claras aguas se volvieron veneno
Sus arenas en un negro cieno
Y sus peces en comida mortal
Culpar, no había ni a quien
Pues hay muchos que hacen un bien
Sin saber que están haciendo un mal
Volvían los antiguos campesinos
Calzados en botines más que finos
Y casi siempre llevando de la mano a un
chamaco
Al cual, le hablaban en lengua
desconocida
Por el cerro jamás oída
Ni hablada por Mapila y por Macaco
Volvían, sí, pero pronto regresaban a lo
lejos
Ya tan solo se quedaban aquellos viejos
Que enfermos no servían de nada
Y bajo las higueras recordaban sus abriles
Cuando gozosos sembraban sus cuamiles
Cuando la vida no les era tan cansada
Cuando gozaban de aquellos manjares
naturales
Pero que ahora, por causa de sus males
No podían recolectar de aquel cerro
Ah, pero para ayudar a aquella gente
Ahí estaba EL HIJO DE CLEMENTE
Ahí estaba aquel pithayero
Rey de caminos y veredas
Conocedor de todas las cuevas
Y por décadas, único recolector
Único enemigo de la hiedra
Conocido de cada piedra
Era de aquel cerro, verdugo, amo y señor.
Pero un día ya no volvió
Se voló la flor de la temachaca porque
nadie la cortó
Huizache y huizcolotes empezaron a
abundar
¿Qué pasaría? Preguntaban las pochotas y
las tunas
Si aquel hombre no tenía reumas
¿Porque nos va a abandonar?
Y es que el tiempo se mostró enojado
Por aquel hombre ya viejo se sintió burlado
Y al
nunca, nadie lo había vencido
Así que para aplacar su enojo
Sin piedad le cegaba un ojo
Y al mismo tiempo le quito el oído
La ciencia implacable dicto su veredicto
__Desde este momento señor le dicto
No más cerro, ni mucho caminar
Qué triste se quedó el cerro entero
EL ÚLTIMO PITHAYERO,
Ya no lo puede escalar.
Una mañana cuando el cerro despertaba
Miro que ahí, a sus plantas estaba
Aquel que nunca le había dejado de ser fiel
Y gustoso le ofreció sus flores
De todas partes le mandaba olores
De sus frutos, de sus hiervas, de su
miel
__Ven, sube, veras que los huaches están
grandotes
Que tengo hongos en los osotes
Veras que rojos están los costacuales
Ven, sube, tengo verdolagas y quelites
Y las pitahayas desde que tú te fuiste
Solo han servido de alimento para los
animales
Aquel hombre tomo sus lentes y los
arrojo a la ladera
__ ¡Pronto, mi quilihua y mi rozadera
Que me voy al cerro a gozar del viento
Solo es viejo el que sin pelear se queda
Y total, si muero en una ladera
En ese cerro….en ese cerro ¡MORIRE
CONTENTO!
Francisco Rodríguez.
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