viernes, 28 de febrero de 2014

El ultimpo pitahyero




EL ULTIMO PITAHAYERO

 

Erase que había un cerro

Adornado por cantos de ranchero

Y por ecos que provoca el labrador

Heridas sus laderas por talaches

Pisoteadas sus veredas por huaraches

Todo el, resplandeciente de verdor.

 

Al frente se encontraba un rancho

Algo largo, no muy ancho

Con sus calles lodosas al llover

Al pie del cerro, un rio de aguas cantarinas

De tan limpias gotas cristalinas

Que cualquiera sin peligro de él  podía beber.

 

Dos arroyos atravesaban el poblado

Los mezquites fuertes crecían a su lado

Como alfiles dispuestos a cuidar

Bajo dos enormes higueras estaba la plaza

Al frente…de Dios la casa

Donde los domingos la gente de aquel rancho le iban rezar

 

El orgullo del cerro era aquella gente

Luchadora, trabajadora y decente

Que habían hallado alegría en su vivir

De espíritu noble, sencillo  y pujante

Pues nunca en desgracia se vio un semejante

Sin que no lo ayudaran entre todos a salir.

 

Antes de que el sol saliera

Se miraba gente por doquiera

Dispuesta a comenzar con su labor

Y al cerro se dirigían presurosos

Entonando canticos gustosos

De esos que a mi tierra le dan tanto sabor

 

El cerro los recibía como con los brazos abiertos

Y de ahí,  desde el campo de los muertos

Hasta su corona donde el sol se iba a esconder

Se repartía entre los civiles

En pedazos, pequeños cuamiles

Que les daban el sustento para comer

 

Porque, a que ricos y tiernos salían los ejotes

Que calabazas, que dulces elotes

Y cuantas cosas había para subsistir

Pues dependiendo de cuales fueran los semestres

Infinidad de plantitas silvestres

Les daba el cerro para poder vivir.

 

Pero un día los llamo el extranjero

Alguien les conto que allá se barría el dinero

Y que el dinero siempre da felicidad

Así que guardaron rozaderas, talaches y azadones

Y éxodo se fueron a servir de peones

Dejando así, la tierra sin labrar.

 

Y se volvieron a enmontar las laderas

Volvieron a reinar frijolillos y enredaderas

Los abrojos ya no venían a quitar

Solo a uno de ellos el norte le fue indiferente

Ya solo sembraba ¡EL HIJO DE CLEMENTE!

Aquel que el cerro nunca iba a abandonar

 

Ya solo él se colgaba la petaca

Ya no había ni quien le disputara temachaca

Costacuales o los guaches

Ya solo el cortaba los quelites,

Las cualaistas, los mezquites

Ya solo el, usaba los huaraches

 

Cortaba la huamara del mes de mayo

Bajaba la fruta del pitayo

Engalanando así, su quilihua con mil colores

Pues ya solo él se vio de madrugada

Escalar la ladera escarpada

Y bajar las pitahayas de sabores.

 

A veces….volvían sus paisanos engrandecidos

Con verdes billetes enriquecidos

 Y con mil ideas para acabar el hastío

Llevaron aparatos que daban música de viento

Llenaron las calles de cemento

Pero también ensuciaron aquel rio

 

Sus claras aguas se volvieron veneno

Sus arenas en un negro cieno

Y sus peces en comida mortal

Culpar, no había ni a quien

Pues hay muchos que hacen un bien

Sin saber que están haciendo un mal

 

Volvían los antiguos campesinos

Calzados en botines más que finos

Y casi siempre llevando de la mano a un chamaco

Al cual, le hablaban en lengua desconocida

Por el cerro jamás oída

Ni hablada por Mapila y por Macaco

 

Volvían, sí, pero pronto regresaban a lo lejos

Ya tan solo se quedaban aquellos viejos

Que enfermos no servían de nada

Y bajo las higueras recordaban sus abriles

Cuando gozosos sembraban sus cuamiles

Cuando la vida no les era tan cansada

 

Cuando gozaban de aquellos manjares naturales

Pero que ahora, por causa de sus males

No podían recolectar de aquel cerro

Ah, pero para ayudar a aquella gente

Ahí estaba EL HIJO DE CLEMENTE

Ahí estaba aquel pithayero

 

Rey de caminos y veredas

Conocedor de todas las cuevas

Y por décadas, único recolector

Único enemigo de la hiedra

Conocido de cada piedra

Era de aquel cerro, verdugo, amo y señor.

 

Pero un día ya no volvió

Se voló la flor de la temachaca porque nadie la cortó

Huizache y huizcolotes empezaron a abundar

¿Qué pasaría? Preguntaban las pochotas y las tunas

Si aquel hombre no tenía reumas

¿Porque nos va a abandonar?

 

Y es que el tiempo se mostró enojado

Por aquel hombre ya viejo se sintió burlado

Y al  nunca, nadie lo había vencido

Así que para aplacar su enojo

Sin piedad le cegaba un ojo

Y al mismo tiempo le quito el oído

 

La ciencia implacable dicto su veredicto

__Desde este momento señor le dicto

No más cerro, ni mucho caminar

Qué triste se quedó el cerro entero

EL ÚLTIMO PITHAYERO,

Ya no lo puede escalar.

 

Una mañana cuando el cerro despertaba

Miro que ahí, a sus plantas estaba

Aquel que nunca le había dejado  de ser fiel

Y gustoso le ofreció sus flores

De todas partes le mandaba olores

De sus frutos, de sus hiervas, de su miel

 

__Ven, sube, veras que los huaches están grandotes

Que tengo hongos en los osotes

Veras que rojos están los costacuales

Ven, sube, tengo verdolagas y quelites

Y las pitahayas desde que tú te fuiste

Solo han servido de alimento para los animales

 

Aquel hombre tomo sus lentes y los arrojo a la ladera

__ ¡Pronto, mi quilihua y mi rozadera

Que me voy al cerro a gozar del viento

Solo es viejo el que sin pelear se queda

Y total, si muero en una ladera

En ese cerro….en ese cerro ¡MORIRE CONTENTO!

 

 

Francisco Rodríguez.

 

 

 

 

 

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